Hasta hace muy poco, hacerse con uno de los últimos modelos de Smartphone, bien basados en sistema operativo Android, bien en iOS, era relativamente sencillo: sólo tenías que sobrepasar el límite de permanencia firmado en el contrato y huir a otro teleoperador.
En la guerra total por el suculento mercado de los móviles, compañías como Movistar, Orange o Vodafone han hecho campañas extremadamente agresivas. “Vente a XXXX y llévate un iPhone3 totalmente gratis”. “Contrata nuestra tarifa XXXX y llévate el Smartphone que más te guste”.
Sin embargo, dos factores se han llevado por delante este tipo de reclamos. Conseguir un smartphone gratis al cambiar de compañía empieza a ser complicado
Por un lado, la sempiterna crisis, que arrasa con todo y obliga a medidas drásticas. Por otro, y esto ya es percepción personal indemostrable, es que el objetivo de estas campañas ya se ha cumplido. Gracias a las facilidades para obtener un último modelo de Smartphone, los nuevos aparatos se han introducido entre la población (especialmente entre los más jóvenes) de forma masiva.
De esta forma se ha creado una nueva “necesidad”. La necesidad de tener un iPhone, un Samsung Galaxy, o un HTC. La necesidad de bajarse apps. La necesidad de estar actualizado en todo momento. No sea que tus amigos o tus compañeros de trabajo sean “más” que tú.
Una vez has implantado esa “necesidad” artificial, a la masa consumista le resulta difícil abstraerse, así que ahora que ya no es tan fácil obtener un buen aparato “gratis” o a bajo coste, el que puede, se deja el dinero en estos aparatos. Porque los “necesitan”. La industria, nuevamente, tiene la sartén por el mango. ¿O no?
Cuando todo viene de China
La cosa está así: los aparatos que el año pasado casi te regalaban, ahora deben “comprarse”. Y los precios asustan: una media de 600 euros por aparato es algo absolutamente demencial. Especialmente cuando ese aparato tardará muy poco en quedar obsoleto, dado el ritmo de innovación del sector (por no meternos en el berenjenal de la obsolescencia programada).
Pero, poco a poco, un competidor inesperado está haciéndose un hueco en el sector. Nos referimos a los fabricantes chinos de smartphones. Cuando uno piensa en un “producto de los chinos” siempre acaba pensando en algo de baja calidad. Algo barato, producido en serie, que sirve para cubrir el expediente pero que en ningún momento se acerca al original.
Sin embargo, en el mundo de los smartphones, se da una paradoja muy curiosa: que en realidad, todos son chinos. Las fábricas de Apple, por ejemplo, están en China, y de hecho están siendo objeto de muchas críticas debido a las condiciones laborales infrahumanas de las mismas.
Y de repente, han empezado a desembarcar nuevos proveedores que, con nombres de marcas desconocidos (o relativamente desconocidos, pues Huawei o ZTE empiezan a sonar y fueron pabellones estrella en el último Mobile World Congress de Barcelona) traen aparatos con prestaciones muy similares a los de las marcas consagradas como Apple o Samsung. Estos aparatos, gracias a sistemas abiertos como Android, les permiten un nivel de calidad sorprendente, amén de detalles como la capacidad dualsim de estos, que permite jugar con dos tarjetas simultáneas y, por tanto, combinar las mejores tarifas de diferentes proveedores de telefonía.